Desde siempre, Salamanca ha sido una ciudad de brazos abiertos. Quizá el carácter cosmopolita y universitario que siempre la ha impregnado, la ha hecho una ciudad acogedora para el viajero. No solo hablamos de todos los estudiantes que, a lo largo de su historia, ha acogido la ciudad, sino que muchos han sido los viajeros cronistas que han dado buena fe de las excelencias charras: desde su legado artístico hasta el calor de sus habitantes. Salamancabraza habla de todo ello (y más en estos tiempos tan difíciles que nos ha tocado vivir): de la humanidad de los salmantinos hacia los extranjeros, del orgullo de mostrar nuestra tierra a los de fuera, de las ganas que tenemos (hoy más que nunca) de abrazarnos. Localizamos la escena en una pensión por la que van pasando diferentes viajeros pero, atención, no queremos hacer una distinción histórica clara. Nuestra peculiar posadera irá encontrándose a personajes desde el siglo XII hasta nuestros días que irán contando la buena acogida que han tenido al llegar a esta tierra de doradas piedras e intensos atardeceres.